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Poco es lo que sabía de vos, lo que se. Que te
gustaba mucho esa manta que te había regalado tu mamá, tanto que te la trajiste
cuando viniste de viaje a Córdoba en Julio. Y fue bueno porque hacía mucho
frío. No tanto como la semana anterior en la que fuimos nosotros a la casa de
las sierras, ese frío sí que había sido insoportable. La semana en la que
fueron ustedes hacía frío también, pero un frío lindo, un frío soleado.
Sabía también que querías mucho a tu perrito… o
perrita, no sé. Me enoja no saber qué era… qué es, sigue siendo aunque vos te
hayas ido. Que el perrito o perrita era de tu hija, en realidad. Pero como son
todos los adolescentes, apenas se le pasó el entusiasmo te lo dejó a vos, para
que te hagas cargo. Y eso a vos no te molestaba, porque te hacía compañía. Te
gustaba esa compañía, porque Miguel andaba todo el día en la calle, los chicos
estaban cada uno en sus cosas y la viejita… con la viejita no se podía hablar
mucho, porque ya casi no escuchaba. Me pregunto qué pensará la viejita ahora que
no estás. Le costaba mantenerse en la realidad y en el presente. ¿Sabrá que te
fuiste? ¿Lo podrá comprender?
También me contaste de tus partos. Y me enoja no
acordarme. Intentaba prestarle atención a lo que me contabas de tus partos,
pero me distraje buscando una fuente para el arroz. Hice demasiado arroz ese
día. ¿O eran papas?
Tampoco me acuerdo si eras taurina, como yo, o me
pareció que eras taurina porque dijiste algo que me hizo acordar a mí. Dijiste
que te molestaba compartir tu tiempo con gente que no te importaba y que Miguel
te retaba por eso. Y a mí me hizo reír porque me pasa lo mismo con Dante. Y te
conté una historia de los albañiles y de cómo me molestaba tanto que estén cada
día en mi casa, que ni siquiera los saludaba. Y nos reímos. Y vos me contaste
que te molestaban las vecinas chusmas. Y yo te dije que a mí también, y que por
eso no tengo timbre. Éramos parecidas en eso.
Me acuerdo de haber limpiado el piso esperando que
llegaran de Santiago el día que te conocí. Dante me dijo que creía que eran sus
primeras vacaciones familiares y a mí me emocionó. Y deseé de corazón que las
disfruten. Y limpié el piso. Y le pedí que vaya a comprar unas milanesas,
porque era algo fácil de cocinar y estaba bueno, porque íbamos a ser muchos:
vos, Miguel, los chicos y la viejita, Dante, la gordita nuestra y yo. Y después
se sumó el perrito también, que comió y tomó agua en una bandejita, en la
cocina, mientras terminábamos de cocinar y vos me contabas de tus partos… y yo
no me acuerdo lo que me contaste.
Los acompañamos a la casita de las sierras ese día,
tomamos unos mates y los dejamos para que se instalen. Y nos fuimos de ahí
deseando que lo disfruten. Al otro día creo que fue que nos invitaron a comer
un asado. Yo me llevé mi ensalada, porque hacía poquito tiempo que me había
hecho vegetariana. En la mesa tu hijo contó que quiere ser abogado. Me
invitaste helado. Vos comías del envase grande de plástico, porque no había en
qué servir. Y también porque te gustaba mucho el helado, como a mí.
Después de comer fuimos a pasear a Carlos Paz y
tomamos mate en la costanera. Parados todos, porque nos habíamos olvidado de
llevar sillones. Pero charlamos un rato largo… se hizo de noche. Después fuimos
a caminar por el centro. Tu hija caminaba tomada de tu brazo y yo pensé “qué
lindo” porque se las veía cómplices, serenas, hablando bajito. Miguel se perdió
un momento y apareció con un globo para
mi gordita. Un globo grande, verde, metálico, con el dibujo de Campanita de
Peter Pan… de esos globos que duran mucho. Aquí anda todavía el globo. Y cada
vez que lo veo se me escapa una lágrima, porque el globo sigue y vos te fuiste.
Después nos volvimos nosotros a Córdoba y ustedes a
la casita de las sierras. Y unos días más tarde, a Santiago. Y nos quedamos
deseando que lo hayan disfrutado. Ni una foto sacamos… ni una sola foto.
Y unos meses después te fuiste. Pero te fuiste del
todo. Y yo me quedé pensando que no debería dolerme, porque en realidad no te
conozco. Solo se esas cosas de vos y que tu Miguel anda siempre con mi Dante. Y
que vos eras la petisa de él, como yo soy la petisa del mío. Y que estabas en
tus cuarenta y te faltaba tanto por hacer. Y que tus chicos todavía son chicos.
Y pienso en él, en qué ganas puede tener de volver a su casa ahora que no
estás, que le dejaste el ropero lleno de tu ropa y la cama vacía. Imagino tu
lugar en la mesa. Sus preguntas sin respuestas. Su mirada perdida. Y no lo
entiendo.
¿A dónde te fuiste tan pronto?
©Mónica M. Kofler Escañuela
Relato Finalista en Concurso "Los Cordobeses Cuentan", organizado por SALAC, año 2015.
Siempre es un placer leer tus escritos. Saludos Moni!
ResponderBorrarGracias Cari!! ;)
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