domingo, 11 de octubre de 2015

La Nilda

Imagen tomada de Google
No debería dolerme. Porque no te conocí demasiado. ¿Cuántas veces te vi? fueron solo dos veces. Tu nombre era difícil de recordar para mí. Hoy me resulta gracioso y de algún modo perverso, porque hoy que te fuiste no puedo dejar de recordarlo.
Poco es lo que sabía de vos, lo que se. Que te gustaba mucho esa manta que te había regalado tu mamá, tanto que te la trajiste cuando viniste de viaje a Córdoba en Julio. Y fue bueno porque hacía mucho frío. No tanto como la semana anterior en la que fuimos nosotros a la casa de las sierras, ese frío sí que había sido insoportable. La semana en la que fueron ustedes hacía frío también, pero un frío lindo, un frío soleado.
Sabía también que querías mucho a tu perrito… o perrita, no sé. Me enoja no saber qué era… qué es, sigue siendo aunque vos te hayas ido. Que el perrito o perrita era de tu hija, en realidad. Pero como son todos los adolescentes, apenas se le pasó el entusiasmo te lo dejó a vos, para que te hagas cargo. Y eso a vos no te molestaba, porque te hacía compañía. Te gustaba esa compañía, porque Miguel andaba todo el día en la calle, los chicos estaban cada uno en sus cosas y la viejita… con la viejita no se podía hablar mucho, porque ya casi no escuchaba. Me pregunto qué pensará la viejita ahora que no estás. Le costaba mantenerse en la realidad y en el presente. ¿Sabrá que te fuiste? ¿Lo podrá comprender?
También me contaste de tus partos. Y me enoja no acordarme. Intentaba prestarle atención a lo que me contabas de tus partos, pero me distraje buscando una fuente para el arroz. Hice demasiado arroz ese día. ¿O eran papas?
Tampoco me acuerdo si eras taurina, como yo, o me pareció que eras taurina porque dijiste algo que me hizo acordar a mí. Dijiste que te molestaba compartir tu tiempo con gente que no te importaba y que Miguel te retaba por eso. Y a mí me hizo reír porque me pasa lo mismo con Dante. Y te conté una historia de los albañiles y de cómo me molestaba tanto que estén cada día en mi casa, que ni siquiera los saludaba. Y nos reímos. Y vos me contaste que te molestaban las vecinas chusmas. Y yo te dije que a mí también, y que por eso no tengo timbre. Éramos parecidas en eso.
Me acuerdo de haber limpiado el piso esperando que llegaran de Santiago el día que te conocí. Dante me dijo que creía que eran sus primeras vacaciones familiares y a mí me emocionó. Y deseé de corazón que las disfruten. Y limpié el piso. Y le pedí que vaya a comprar unas milanesas, porque era algo fácil de cocinar y estaba bueno, porque íbamos a ser muchos: vos, Miguel, los chicos y la viejita, Dante, la gordita nuestra y yo. Y después se sumó el perrito también, que comió y tomó agua en una bandejita, en la cocina, mientras terminábamos de cocinar y vos me contabas de tus partos… y yo no me acuerdo lo que me contaste.
Los acompañamos a la casita de las sierras ese día, tomamos unos mates y los dejamos para que se instalen. Y nos fuimos de ahí deseando que lo disfruten. Al otro día creo que fue que nos invitaron a comer un asado. Yo me llevé mi ensalada, porque hacía poquito tiempo que me había hecho vegetariana. En la mesa tu hijo contó que quiere ser abogado. Me invitaste helado. Vos comías del envase grande de plástico, porque no había en qué servir. Y también porque te gustaba mucho el helado, como a mí.
Después de comer fuimos a pasear a Carlos Paz y tomamos mate en la costanera. Parados todos, porque nos habíamos olvidado de llevar sillones. Pero charlamos un rato largo… se hizo de noche. Después fuimos a caminar por el centro. Tu hija caminaba tomada de tu brazo y yo pensé “qué lindo” porque se las veía cómplices, serenas, hablando bajito. Miguel se perdió un momento  y apareció con un globo para mi gordita. Un globo grande, verde, metálico, con el dibujo de Campanita de Peter Pan… de esos globos que duran mucho. Aquí anda todavía el globo. Y cada vez que lo veo se me escapa una lágrima, porque el globo sigue y vos te fuiste.
Después nos volvimos nosotros a Córdoba y ustedes a la casita de las sierras. Y unos días más tarde, a Santiago. Y nos quedamos deseando que lo hayan disfrutado. Ni una foto sacamos… ni una sola foto.
Y unos meses después te fuiste. Pero te fuiste del todo. Y yo me quedé pensando que no debería dolerme, porque en realidad no te conozco. Solo se esas cosas de vos y que tu Miguel anda siempre con mi Dante. Y que vos eras la petisa de él, como yo soy la petisa del mío. Y que estabas en tus cuarenta y te faltaba tanto por hacer. Y que tus chicos todavía son chicos. Y pienso en él, en qué ganas puede tener de volver a su casa ahora que no estás, que le dejaste el ropero lleno de tu ropa y la cama vacía. Imagino tu lugar en la mesa. Sus preguntas sin respuestas. Su mirada perdida. Y no lo entiendo.
¿A dónde te fuiste tan pronto?

©Mónica M. Kofler Escañuela

Relato Finalista en Concurso "Los Cordobeses Cuentan", organizado por SALAC, año 2015. 


2 comentarios:

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