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Imagen tomada de Google |
Dicen los grandes que los chicos no tenemos
problemas. Yo no estoy de acuerdo. Quienes dicen eso no deben acordarse lo feo
que se siente cuando la manga de la camisa te queda hecha un bollo arriba del
codo, escondida debajo de la manga del suéter que te pusieron encima. Yo tengo
ese problema ahora. Eso también pasa a veces cuando te arremangan la ropa para
lavarte las manos, y después, cuando te bajas las mangas, ya no quedan igual
que antes, quedan abultadas, arrugadas, incómodas. Lo peor de todo es cuando se
tiene la edad que tengo yo, porque todavía no se hablar bien. Entonces lo único
que puedo hacer es llorar o hacer algún gesto, esperando que alguien entienda
lo molesto que es andar con las mangas así.
Con mamá no tengo ese problema. Mamá siempre sabe
qué es lo que me molesta con solo mirarme. Ella entiende mis problemas y con
una sonrisa me ayuda para encontrar juntos la solución. Bueno, no siempre es
con una sonrisa. A veces anda medio cansada u ocupada con otras cosas y me dice
“ay hijo, vení que te ayudo” con poca paciencia. Pero igual se da cuenta de lo
que me pasa y me lo soluciona ahí nomás.
Yo desde ayer que ando con las mangas así, todo
incómodo. Intenté acomodarlas yo solo, para no molestar a papá, que anda medio
triste. Primero estiré una manga con la mano, pero no la pude bajar del todo.
Entonces la estiré con los dientes. Horrible quedó, se salió de más y ahora se
asoma por fuera de la manga del suéter. Está arrugada también. Y mojada encima.
Me enojé tanto que me largué a llorar. Pero lloré despacito, para no preocupar
a la abuela, que no sé qué le pasa. Ella siempre me hace jugar, me prepara la
leche cuando viene para que tome con las galletitas que me trae. Pero ahora
parece que no se acuerda de mí. Está sentada en un rinconcito, llorando. La
gente se acerca y la saluda, le dice cosas y ella hace “si” con la cabeza, pero
no dice nada. Mucha gente. A papá también lo hablan. Él les contesta con
palabras, pero mirando para otro lado. Como si estuviera pensando en otra cosa.
Por eso no quiero molestarlos. Sus problemas deben
ser más importantes que los míos.
Así que me quedé aquí, sentado, con la manga de un
brazo hecha un bollo que me aprieta el codo, y la del otro brazo estirada por
afuera del suéter. Me senté al lado de mamá, que está dormida desde ayer. Pero
seguro que cuando se despierte me acomoda ella las mangas y se acabó el
problema.
©Mónica M. Kofler Escañuela
Este relato obtuvo Mención de Honor en el 14º Certamen Internacional de Poesía y Cuento, organizado por Ediciones Mis Escritos.
Uffff, brutal... estoy con un nudo en la garganta...
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