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Aprovechó que Jorge estaba cumpliendo su rol de abuelo, intentando colocar los moños en la cabeza de Clarita, y abrió el cajón de su escritorio con la llave que llevaba colgada como un dije en la cadena. Revolvió tímidamente los folios que guardaba allí: todos escritos con la misma letra, con la misma tinta, con el mismo nombre como encabezado de la carta (el de ella).
Releyó algunas de sus lineas y casi se desvaneció en una sensación de angustia, mientras dejaba escapar las lágrimas (hoy estaba permitido).
Jorge asomó por la puerta del estudio y quebró apenas el silencio con un susurro: "¿Vamos querida?", como adivinando el momento de intimidad sagrado que estaba viviendo Rosa... y respetándolo.
Ella asintió con la cabeza, secó su rostro con un pañuelo bordado y en un breve movimiento dio una vuelta de llave para volver a ocultar sus tesoros.
Se puso de pie lo más erguida que pudo. Y salió, junto a Jorge y a su nieta, al encuentro más temido de toda su vida, apretando una carta escrita por ella. Esta vez tenía la decisión firme de poner entre sus manos el sobre con un mensaje: "Yo también", en respuesta a todos los "te amo" que él le había escrito.
Dudó, dudó, dudó... pero finalmente encontró el coraje para hacerlo, apenas unos segundos antes que el ataúd se cerrara para siempre.
El amor de la vida es eterno, ese amor tan profundo y perfecto me gusto mucho tu escrito
ResponderBorrarMuchas gracias Anto, un placer tenerte por aquí.
BorrarSe me ha encogido el corazón... y hasta el alma... Muy buena historia...
ResponderBorrarSaludos!
Gracias por ese comentario! Sin dudas saber que mi historia provoca esa emoción en alguien es un gran estímulo para seguir. Saludos!
BorrarMe ha encantado... y el final el que tenía que ser para la intensidad del relato
ResponderBorrarMuchas gracias! me alegro que te haya gustado tanto. Un placer tenerte por aquí. Saludos!
BorrarDios, he notado un pellizquito en el corazón al leerte.
ResponderBorrarGuau! Muchas gracias por ese comentario. Saludos!
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