Cuentos Para No Dormir
" Los finales felices no existen.
Los finales felices son solo el comienzo de la historia. "
Ese día él despertó con la necesidad de hablar con ella, de decirle lo que le pasaba. Intentó hacerlo durante el desayuno, así que se sentó a la mesa con la taza de café que ella le había preparado y esperó que ella también lo hiciera. Pero la vio pasar apurada, corriendo de un lado a otro de la casa, llevando la ropa planchada para que los niños se vistieran y fueran a la escuela, terminando de verificar que los útiles estén todos en las respectivas mochilas, preparando las viandas...
- En un rato tomo algo - respondió ella, mientras pasaba por su lado y le daba un beso en la frente, para seguir con sus tareas.
Cuando finalmente pudo sentarse a tomar su café, él ya había salido. Debía llevar a los niños a la escuela y luego pasar a su trabajo.
Ella puso ropa en el lavarropas, planchó lo que había lavado el día anterior, lavó las tazas y platos del desayuno, se puso las botas y salió a hacer las compras.
Cuando volvió eran las 10 de la mañana. Sacó la ropa del lavarropas y la colgó en la soga. Luego hizo otra carga de ropa, pasó por la habitación de los niños, hizo las camas, limpió los pisos, dobló la ropa, e hizo lo mismo con su habitación.
- ¡Once y media! - pensó mientras corría a la cocina.
Encendió el horno y puso a hervir una olla con agua. Lavó y cortó las verduras y las puso a hervir, y preparó todo lo demás para hacer una tarta. Mientras la cocina humeaba, corrió al lavarropas otra vez y colgó la ropa recién lavada, luego de sacar de la soga la ropa que ya estaba limpia, doblarla y dejarla en la habitación donde planchaba.
Volvió a la cocina, preparó la tarta y la metió al horno. Llevó el mantel, los platos, vasos y cubiertos al comedor. Preparó un jugo de naranja exprimido y lo llevó a la mesa en una jarra.
Enseguida estuvo la tarta, la sacó del horno y, justo cuando comenzaba a servir las porciones, entraron su esposo y los niños. Recibió a todos con un beso y una sonrisa y les pidió que se lavaran las manos para comer.
Almorzaron todos juntos. Ella preguntó a cada uno por su día y tuvieron una linda charla durante el almuerzo. Luego de comer se fueron los niños a sus habitaciones y su esposo se paró a su lado para conversar, mientras ella lavaba los platos. Luego él se fue a recostarse unos minutos para recargar fuerzas.
Así siguió sucediendo el día. El esposo volvió a salir a la oficina, los niños trajeron sus cuadernos para que los ayudara con las tareas. Les preparó la merienda, limpió el piso del comedor y de la cocina, los llevó y los fue a buscar a inglés. Mientras ellos estaban en clase de inglés aprovechó para comprar un par de cosas que faltaban para preparar la cena.
Volvieron a casa, mandó a los niños a darse un baño y empezó otra vez el proceso de la comida y de preparar la mesa. Llegó el esposo, besos, breves charlas. Cenaron.
Los niños fueron a dormir. El esposo a darse un baño. Ella lavó los platos, apagó las luces, encendió una lámpara, sirvió una copa de vino y se sentó en el sofá a leer un poco de su libro mientras lo esperaba.
Eran las once de la noche. Con la casa en silencio y ya un poco más relajada, después de beber un trago de vino, recordó que era su aniversario de bodas. - ¡Diez años!- pensó. Se lamentó por no haberlo recordado antes. Era una fecha muy importante, significaba demasiado y ella lo había olvidado. Miró a su alrededor y suspiró. Estaba cansada, pero todo parecía marchar bien. Cansada, pero orgullosa. Los niños estaban grandes... nueve años el mayor y siete la más chiquita. Pensó que quizás era momento de volver a trabajar, que ya no parecían necesitarla tanto. Se habían vuelto independientes, tenían sus actividades y su ritmo propio. Se llevaban bien entre ellos, se acompañaban y apoyaban. Sus notas eran buenas. El ingreso extra vendría bien para las próximas vacaciones y quizás si ella trabajaba, su esposo podría reducir sus horarios y relajarse un poco. Además ella lo necesitaba... necesitaba volver a existir en el mundo.
- Espero que mi mente vuelva a funcionar - pensó. Tantos años dedicada exclusivamente a la casa y a la familia habían acotado gran parte de su autoestima y de su confianza en sus capacidades.
En la penumbra, apareció él. Sus cabellos mojados aún, ropa holgada y usando solo medias en los pies. Lo vio y sintió una fuerte atracción. Verlo así, relajado, solos, sin apuro, sentir la fragancia de su perfume. Intentó recordar cómo era él hace diez años y pensó que ahora era mucho más su atractivo. Se lo veía más sabio, más fuerte, más calmo. Pensó en cómo los diez años juntos habían perfeccionado su comunicación, en cómo habían superado los obstáculos y las crisis y en cómo habían resultado fortalecidos.
Lo miró y le hizo una invitación a sentarse con ella, en el sillón. Él se acercó en silencio y se sentó a su lado. La miró a los ojos y le tomó la mano.
- Hay algo que quiero decirte - le dijo él - que necesito decirte.
Ella lo miró expectante e hizo un gesto a modo de invitación para hablar.
- Conocí a alguien - dijo él.
En el interior de ella, algo se quebró. Sintió como si una parte invisible de su ser se derrumbara y dejara el cuerpo vacío. Dejó de sentir, se quedó helada. Su rostro mostraba una expresión nula.
- Es una mujer hermosa - siguió él. - Al principio me sentí atraído, solo eso. Luego me enamoré. Es alegre, divertida, apasionada. Es capaz de dejar todo por estar conmigo. Cada vez que estuvimos juntos, el mundo pareció pararse y dejar de girar, el mundo éramos solo nosotros. Tardamos un tiempo en hacer el amor, ella prefirió esperar a estar segura; pero luego se entregó por completo y me hizo sentir cosas que jamás había sentido. Después de un tiempo los dos confesamos que estábamos perdidamente enamorados, que queríamos estar juntos, que nada más importaba, que queríamos formar una familia, tener hijos, recorrer el mundo, dormirnos juntos y despertar juntos.
Ella simplemente sintió morir. Una lágrima comenzó a correr por sus mejillas, solo una que se había escapado.
- Luego - siguió él - le propuse matrimonio. Esto pasó hace diez años. Su cuerpo dio vida a dos hijos y nuestro amor fue capaz de fundar y dar forma a un hogar y una familia. Ella puso en pausa su trabajo y su carrera para darnos su tiempo y su trabajo a nosotros. Se ocupó de alimentarnos y vestirnos, de darnos una casa arreglada, de educar a nuestros hijos, de contenerlos, de enseñarles a caminar, a hablar, a escribir, a ser buenas personas... Muchas veces llega a la noche cansada y hablamos poco. Ya no parece tan apasionada ni tan divertida como antes, pero es que vuelca su pasión en cosas más silenciosas y profundas. Ahora no hacemos el amor con tanta frecuencia, pero cuando sucede, el mundo sigue dejando de girar.
Al escuchar todo su discurso ella rompió en llanto. Le permitió a su alma volver a habitarla y sintió, como nunca antes, el profundo amor que él sentía por ella. Se abrazaron... y siguieron viviendo la vida.
La verdad eh! para (no) dormir jajaja. Saludos!
ResponderBorrarCasaEglys