domingo, 6 de diciembre de 2015

La Manga de la Camisa

Imagen tomada de Google

Dicen los grandes que los chicos no tenemos problemas. Yo no estoy de acuerdo. Quienes dicen eso no deben acordarse lo feo que se siente cuando la manga de la camisa te queda hecha un bollo arriba del codo, escondida debajo de la manga del suéter que te pusieron encima. Yo tengo ese problema ahora. Eso también pasa a veces cuando te arremangan la ropa para lavarte las manos, y después, cuando te bajas las mangas, ya no quedan igual que antes, quedan abultadas, arrugadas, incómodas. Lo peor de todo es cuando se tiene la edad que tengo yo, porque todavía no se hablar bien. Entonces lo único que puedo hacer es llorar o hacer algún gesto, esperando que alguien entienda lo molesto que es andar con las mangas así.

Con mamá no tengo ese problema. Mamá siempre sabe qué es lo que me molesta con solo mirarme. Ella entiende mis problemas y con una sonrisa me ayuda para encontrar juntos la solución. Bueno, no siempre es con una sonrisa. A veces anda medio cansada u ocupada con otras cosas y me dice “ay hijo, vení que te ayudo” con poca paciencia. Pero igual se da cuenta de lo que me pasa  y me lo soluciona ahí nomás.

Yo desde ayer que ando con las mangas así, todo incómodo. Intenté acomodarlas yo solo, para no molestar a papá, que anda medio triste. Primero estiré una manga con la mano, pero no la pude bajar del todo. Entonces la estiré con los dientes. Horrible quedó, se salió de más y ahora se asoma por fuera de la manga del suéter. Está arrugada también. Y mojada encima. Me enojé tanto que me largué a llorar. Pero lloré despacito, para no preocupar a la abuela, que no sé qué le pasa. Ella siempre me hace jugar, me prepara la leche cuando viene para que tome con las galletitas que me trae. Pero ahora parece que no se acuerda de mí. Está sentada en un rinconcito, llorando. La gente se acerca y la saluda, le dice cosas y ella hace “si” con la cabeza, pero no dice nada. Mucha gente. A papá también lo hablan. Él les contesta con palabras, pero mirando para otro lado. Como si estuviera pensando en otra cosa.

Por eso no quiero molestarlos. Sus problemas deben ser más importantes que los míos.

Así que me quedé aquí, sentado, con la manga de un brazo hecha un bollo que me aprieta el codo, y la del otro brazo estirada por afuera del suéter. Me senté al lado de mamá, que está dormida desde ayer. Pero seguro que cuando se despierte me acomoda ella las mangas y se acabó el problema. 


©Mónica M. Kofler Escañuela

Este relato obtuvo Mención de Honor en el 14º Certamen Internacional de Poesía y Cuento, organizado por Ediciones Mis Escritos. 

1 comentario:

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