miércoles, 17 de septiembre de 2014

El Amor Después del Amor

Cuentos Para No Dormir

"No todas las historias de amor son siempre de amor, 
a veces tienen algo de dolor, algo de olvido y de rencor, 
a veces son puestas en pausa... 
pero siempre pueden renacer" 

Imagen tomada de Google

Estaban ambos en su adolescencia plena... dieciséis, diecisiete años. Se conocieron como suelen conocerse los protagonistas de las películas románticas: de una forma en que el contexto desaparece, el mundo se esfuma y solo quedan sus miradas. Hubo amor y entrega desde el principio, promesas de amor eterno, sueños de una vida juntos y un caminar continuo hasta el final. 

Se casaron, siendo aun casi niños. Él quería tener tantos hijos como para llenar un colectivo. Ella soñaba con ser esposa y madre. Ella trabajó para que él pudiese terminar de estudiar. Luego, él trabajó para que ella pudiese construir las bases. 

Tuvieron muchos hijos, y aunque no llegaban a llenar un colectivo, quizás hoy sí podrían llenarlo con los hijos políticos y los nietos. Fueron pobres, pero no se notaba. La casa tenía olor a pan caliente y flores de limonero, a ajedrez guardado y libros de todos colores, a niños jugando y a amor, a cuadernos y lapiceras, a conversaciones de todos con todos, a risas y también a cosas serias. Sobraban las ganas de ser felices, de educar, de ser y formar buena gente. 

Afuera el mundo seguía su ritmo, pero poco de ese mundo se filtraba en su casa. Era una casa de cuentos, llena de sueños y de magia. Dentro de ella se forjaron infancias felices. Dentro de ella se concibieron y criaron niños amados. 

Pasó el tiempo, pasaron muchos años y muchas cosas se fueron complicando. Errores, agobios, cansancios. La plata, que a veces no alcanza; la rutina, que a veces destaca los errores y ensombrece las virtudes; la adolescencia de los hijos, temores, egoísmos filtrados, alguien que dio de más, alguien que esperó y no consiguió ser valorado, alguien que no se sintió amado, alguien que prefirió no hablar, otro, no escuchar, alguien, mentir, otro, dudar... acaso no es así siempre? 

Y ellos, que comenzaron siendo dos, para luego ser uno, que dejaron de ser uno para ser  dos, tres cuatro, hasta convertirse todos en uno más grande... se rompieron. Se rompieron ellos o los rompió la vida, quién sabe. Y un día, cuando el amor dolió demasiado, decidieron continuar caminando separados. 

Siguió pasando la vida, siguieron pasando los años. Lo que antes dolía, fue sanando. Lo que era difícil, adquirió otro significado. Cesó la tormenta y los ruidos se acallaron. La mente decidió olvidar y los corazones perdonaron. 

Se encontraron un día y, de nuevo, se miraron. Por cosas del destino, habían quedado sentados juntos, a un extremo de la larga mesa. Desde donde estaban podían ver lo mismo: los hijos (todos adultos, cómo pasaron los años!), sus parejas, los nietos jugando... 

Como era costumbre en esa casa, todos hablaban con todos (muchas veces al mismo tiempo), y quizás por eso no notaron cuando él tomó su mano y casi en un susurro le dijo "Lo logramos...". 

Y entonces comprendieron que eran dos privilegiados, que su historia era de cuento, que la vida los había premiado, que habían vivido para ver realizado su sueño. 

- ¿Y si levantamos juntos la cosecha? - preguntó él. 

Una nueva etapa había comenzado. 


©Mónica M. Kofler Escañuela



2 comentarios:

  1. Que bonito, Mónica, que alegre a veces, que triste otras... Enhorabuena, es una historia preciosa ;*)

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    1. Al responder voy a dejar en evidencia mi capacidad de "cuelgue"... en serio pasó más de un año de este comentario? Mil disculpas! y gracias por pasar por aquí. Saludos!

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